TEXTOS SIEMBRA

“No la cambió el conflicto, ni el internado, ni la discriminación, no va a cambiar sus raíces nunca y mucho menos dejará que se olviden pues en cada una de sus piezas está su abuela”.

Las raíces no se dejan, las llevamos en el alma
Por: Valentina Pachón
Chocó, el único Departamento de Colombia con costas en el Pacifico y Atlántico y donde la mayor parte de territorio está cubierto por una densa selva, en él nace el 4 de Abril de 1978 en Dubasa Baudó, Chocó, Carmen, un personaje que con el pasar de los años y las vueltas de la vida la tienen en la actualidad en Cali, la sucursal del cielo.
Carmen se crió con su familia materna, donde aprendió ritos y tradiciones de la cultura Afrodescendiente y la cultura indígena. Ella crece con su abuela y algunas tías por parte de su abuela. Su abuela una mujer fuerte, caminadora y trabajadora fue quien le enseñó a caminar y a trabajar en los campos de maíz, plátano y arroz, Carmen nos cuenta “yo tenía que estar todo el tiempo donde mi abuela estuviera, sin ella no podía estar” aprendió a caminar al lado de su abuela, aprendió a recorrer selvas, ríos y a saber llevar el inclemente clima de esta tierras calientes del Chocó.

Carmen aprendió a trabajar el campo, a cargar bultos de comida, a pescar y a cocinar y mientras pasaban los días ella se convertía en la fan número uno de su Abuela, pues era su heroína, quien cuidó de ella y quien le enseñó desde niña a utilizar turbantes, que es un pedazo de tela rectangular, que se ponen en la cabeza para cubrirse del sol ardiente de la costa pacífica, se ajusta en la cabeza y al doblarlo es un apoyo para los bultos de cosechas cuando los cargaban en la cabeza y para que no se lastimaran; los encuentros entre Carmen y su abuela eran ritos, pues gracias al turbante Carmen aprendió los cuidados de sí misma por medio de la protección que le daba, pues sus largas caminatas para ir a los cultivos por ríos, trochas, senderos y selva, eran de enseñanza por las largas historias que su abuela tenía para contarle.

A los 8 años el padre de Carmen un pescador que vivía en Urabá, Antioquia decide que su hija debe vivir con él, en busca de mejores oportunidades y reunirse con su familia paterna. Carmen llega en la década de los 80´s Antioquia, dejó atrás el pilar de vida, su abuela, sus tías, sus caminatas entre cultivos, sus largos baños en los ríos, para vivir con su padre y 28 hermanos más, Carmen deja incluso el turbante y deja de utilizarlo en Antioquia.

Lo que Carmen ignoraba de niña era que su encuentro no solo era con su padre y sus 28 hermanos, era también con el conflicto armado en Colombia y en Urabá, Antioquia que era la zona “más fuerte y peligrosa” como lo describe ella; pues en Antioquia en 1949 en Río negro nace el capo más peligroso de Colombia, Pablo Escobar y uno de los más peligrosos del mundo y quien genera una ola de pánico y conflicto armado en los 80´s. En 1976 se crea el Cartel de Medellín y en medio del conflicto nace el M19, el conflicto entre carteles, las autodefensas campesinas y en medio de todo, esta Urabá, una de las mejores ubicaciones geográficas del País para ejercer la violencia, cuenta con inicio de rutas de coca por vía marítima a otros países como Estados Unidos y México, pero esa ruta era la más apetecida por los grandes Capos, Pablo Escobar, los hermanos Castaño, Fabio Ochoa y otros carteles que empezaban día a día a tomar fuerza y a querer tomar el poder.

¿Y cuál era el papel de Carmen en este conflicto? Era vivir con su padre, aprender de sus 28 hermanos y sobrevivir en medio del conflicto armado, pues Carmen diariamente en el mismo río en el que pescaba, se bañaba, la llevaba en canoa a la escuela, era el río que diariamente no solo llevaba agua, sino también era un rio de cadáveres, resultado del conflicto armado y Carmen solo comenta “Antioquia, será un sitio que no volvería jamás, por lo menos no en esta encarnación”
Carmen pasa dos años en Urabá Antioquia, para llegar al suroccidente Colombiano, llega a Cali, la capital del Valle del Cauca y llega cuando se había iniciado la jornada escolar, arriba donde su madre, que debido a sus ocupaciones diarias no tiene cómo hacerse cargo de ella y decide ingresarla en un internado donde pasó dos años, en medio de peleas, regaños, castigos y como dice ella al final “mucho aprendizaje” relata que salió siendo otra persona del internado dispuesta a entrar a un colegio de horario normal y a una calidad de vida diferente pero Carmen entra a otra realidad y es al racismo, no podía estar en el mismo lugar que sus otros compañeros, le gritaban por su color de piel y aunque fue difícil, Carmen ya tenía la piel gruesa para superar todo tipo de obstáculos y un día decidió protegerse de las dificultades de la vida con un turbante. Ella empieza otra vez a sentir su origen y en cada turbante que hacía para ella misma, era un turbante de fuerza que le enviaba su abuela desde el Chocó, turbantes llenos de colores, de dibujos del Pacífico y siendo un accesorio para lucir más bella, sus amigas del colegio empiezan a decirle a Carmen que los venda, entonces Carmen se adueña de su talento, hace frente a la realidad de discriminación y se apodera de sus turbantes que día a día la acompañan y que gracias a estos ha sido participante en cultura y tradiciones en el Festival del Petronio, festivales en San Andrés y ahora tiene su propia línea de turbantes y accesorios, eso sí, como relata ella, si no la cambió el conflicto, ni el internado, ni la discriminación, no va a cambiar sus raíces nunca y mucho menos dejará que se olviden pues en cada una de sus piezas está su abuela.
